APOYO PSICOTERAPÉUTICO PARA DESARROLLAR COMPORTAMIENTOS SALUDABLES
Es
probable que, aun cuando cuentes con información nutricional adecuada, te hagan
falta herramientas para realizar cambios perdurables en tu comportamiento
alimentario y/o de actividad física, especialmente si te sientes “en lucha
permanente” con tus sensaciones internas de “hambre, antojo o voracidad”, o
contra las “continuas tentaciones” que la sociedad ofrece, facilitando o promoviendo
que comas inadecuadamente o que permanezcas la mayor parte del tiempo, en
actividades sedentarias.
Por ello, además de la orientación en nutrición, que el Programa
de Autocuidado ofrece por vía de una nutrióloga clínica, el taller grupal y el
acompañamiento psicoterapéutico individual, echa mano de técnicas psicológicas
que promueven la modificación de conductas inadecuadas y el desarrollo de
nuevos comportamientos alimentarios y de actividad física más saludables, contrarrestando
así, todas las facilidades personales y sociales que como comentamos en
artículos anteriores, suelen mantener a las conductas de autocuidado
inapropiadas.
Respecto
a la alimentación, resulta entendible que la mayoría de las personas,
experimentemos especial predilección por los alimentos ricos en grasa, sal o azúcar,
ya que, aunque no sean los más saludables, sí son los más apetecibles por su
sabor. Cuando se estudia cuáles son las razones para que las personas eligen unos
alimentos frente a otros, el sabor es un aspecto crucial frente a la nutrición,
que no suele ser la motivación más importante.
Pero, además de preferir sabores apetecibles, muchas personas
hemos aprendido a obtener una gratificación inmediata por medio de los
alimentos, que resulta difícil postergar para abonar a nuestro objetivo de
obtener en el futuro, una reducción de la grasa corporal y la mejoría de
nuestra salud.
Esto sucede especialmente cuando experimentamos emociones o
circunstancias que nos producen cierto malestar, aunque conscientemente, no nos
percatemos de ellas.
Si esto
se presenta de manera reiterativa, estamos experimentando, un comportamiento de
comer emocional, lo que significa
que ciertos estados emocionales displacenteros, nos conducen a comer, aún sin
experimentar hambre física o sin tener intención de hacerlo, y con cierta
sensación de descontrol.
El
terreno fértil para que se produzca con mayor frecuencia este tipo de comer
emocional, es una dificultad más o menos permanente, para reconocer las
emociones y las circunstancias que provocaron dicho malestar, o para manejarlas
adecuadamente (en los casos donde sí las reconocemos, pero no sabemos qué hacer
con ellas y queremos desterrarlas de nuestra vida, en lugar de aprender a
descifrar lo que nos quieren transmitir acerca de lo que sucede en nuestro
mundo interno y de lo que podemos estar necesitando emocionalmente hablando).
Cuando
las personas hemos aprendido a utilizar la comida, como un medio para sentirnos
mejor y tranquilizarnos, solemos confundir el hambre física con el hambre
emocional.
Aunque
en el diccionario, las palabras hambre y apetito, aparecen como sinónimos, y
están definidas como el impulso que lleva a satisfacer la necesidad fisiológica
de comer o el deseo de comer (antojo), puede ser útil diferenciar el hambre física, el antojo y el hambre emocional.
Antojo se define como el
deseo vivo, impetuoso y pasajero, de algún alimento, asociado con alguna
afición, deleite o humor personal. Está soportado en el deseo y no en la
necesidad fisiológica.
Cuando
el antojo toma una fuerza tal que con frecuencia resulta difícil de limitar,
nos encontramos ya en el terreno del hambre emocional.
He aquí
algunas diferencias importantes:
HAMBRE
EMOCIONAL
|
HAMBRE
FÍSICA
|
Es repentina: en un momento no se piensa
en comida; en el siguiente minuto, se está hambriento.
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Es gradual: progresivamente van
aumentando las señales del cuerpo, para indicar que ya es tiempo de comer.
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Es hambre de un alimento específico.
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Es abierta a diferentes alimentos.
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Se percibe en la boca y en la mente
(deseo).
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Se percibe en el estómago: crujido,
vacío, dolor.
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Es urgente cubrir el dolor emocional al
instante, con comida.
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Es paciente: se desea comer pronto, pero
se puede postergar un poco.
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Está emparejada con una inquietante
emoción.
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Está emparejada con la necesidad de
alimento, porque han pasado 4 hrs. más o menos desde la última comida.
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Implica una elección que se vive como
automática e inconsciente.
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Implica una elección consciente.
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No desaparece, aunque se experimente
saciedad física.
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Desaparece cuando se siente satisfecho.
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Se experimenta culpa y vergüenza.
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Se experimenta como un acto natural para
cubrir una necesidad fisiológica.
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Se experimenta placer, pero no disfrute.
Al poco tiempo, vuelve a surgir el deseo impostergable de comer.
|
Puede experimentarse disfrute, especial-mente,
cuando se come con todos los sentidos atentos. No apremia el deseo de volver
a comer.
|
Si
aprendemos a diferenciar el hambre física del hambre emocional, podemos
comenzar a conocer algo más de nosotros mismos, preguntándonos: “Si no tengo hambre física, pero siento
ganas de comer, ¿qué es lo que estoy realmente sintiendo?”.
Muchas
veces, nos resulta difícil identificarlo, porque quizás aprendimos a minimizar
o negar nuestros sentimientos desde que éramos pequeños, desarrollando la
creencia de que las emociones desagradables, son “indeseables, negativas o
malas”, y por lo tanto, tenemos que “evitarlas a toda costa”.
Este aspecto
es un tema central del PROGRAMA DE AUTOCUIDADO, ya que, modificar el
significado “tranquilizante” que le damos a
la comida, requiere de la siguiente condición: APRENDER A RECONOCER Y
PONERLE NOMBRE A LO QUE SENTIMOS, PARA MANEJAR LO QUE SUCEDE EN NUESTRO
INTERIOR, POR VÍAS DISTINTAS AL ACTO DE COMER.
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